No cagarás tranquila

Resulta ser que hace un par de días estaba en la computadora muy entretenida hasta que me agarraron ganas de ir a hacer lo segundo.
Típico, más o menos tipo 2 -después de comer- me agarra la urgencia de desagotar mis intestinos. Típico también es que me aguanto hasta el último segundo: cuando la naturaleza llama es menester que salga corriendo escaleras abajo; Nada de estar sentada en el inodoro 45 minutos esperando a que el regalito se digne a llegar, lo mío en el baño es un trámite. Con una amiga solíamos jugar a cronometrarnos para ver quién cagaba más rápido, pero eso es tema para otro día.
El tema en cuestión es que al sentir la señal salí disparada veloz como una flecha para sentarme en el glorioso trono. Desgraciadamente en el camino escuché que mi recién llegado padre me saludaba y me pedía que vaya a la cocina; A lo cual respondí glamorosamente "esperá que me cago". 
Terminado mi tramitito, descubro horrorizada que no había papel. ¡Horror de los horrores! Al grito de "¡El papeeeeeeeeeeeeeeeeel!"* me puse a buscar como loca para ver si quedaba aunque sea el más mínimo retazo de papel higiénico, pero fue en vano. Por suerte alguien de la familia se apiadó de mi alma y me trajo una servilleta -con la cual me lijé le culo, ¡qué bueno!
Hasta acá, nada fuera de lo normal. En mi casa los temas escatológicos son motivo de risa. El problema fue luego ir a la cocina y ver que estaban todos tentados de la risa, hasta tenían lágrimas en los ojos. Y no era precisamente porque me había quedado sin papel; Si no porque el empleado de mi papá -de aproximadamente 19 años- estaba comiendo junto con los demás y había escuchado las dos frases derrochadoras de femineidad que yo había pronunciado minutos antes.





* Expresión típica de la flia, otro tema a ampliar