viernes, 11 de noviembre de 2011

Traumas de mi infancia - II

Desde pequeña tengo una gran fascinación con las compras. Pero no precisamente por las compras que uno hace por placer -ya sea ropa, objetos de decoración o simplemente chucherías. Si no que soy fanática de ir al supermercado.
Cuando niña, solíamos ir con mi padre y mi madre de compras una vez el mes. Como mis progenitores no solían darme muchos gustos, la compra mensual lo significaba todo para mi pequeño ser en esas épocas: era muy probable que, poniendo cara de ángel, pudiese manguear alguna golosina o juguete.
En esas compras titánicas podíamos pasar hasta dos horas recorriendo góndolas y llenando nuestro carro, y acá es donde se devela lo que nos compete.
Como decía, podíamos pasar horas retozando alegremente por los pasillos; pero el momento de temor llegaba cuando nos íbamos aproximando a la caja. Usualmente los domingos al mediodía estos lugares suelen estar llenos de gente haciendo sus respectivas compras, por lo que al momento de ir a pagar las cajas explotan de gente y -con perdón de las chicas que trabajan en las mismas- me atrevo a decir que estas muchachas no le ponen la menor onda a su trabajo. ¡Por el amor de dios mujer! Lo único que tenés que hacer es pasar el productito por el cuadradito y que haga píp; no le veo un gran trabajo intelectual a eso.
Mi problema, justamente, radica en su poca velocidad combinada con la poca paciencia de mi padre. ¿Y en qué se traduce esto? preguntarán ustedes. Esto se traduce, señoras y señores, en que mi padre montaba en cólera por su lentitud y mala onda y cometía el horroroso e impune acto de dejar el chango con todas nuestras compras abandonado ahí, a centímetros de llegar a la caja y poder abandonar el lugar victoriosos y llenos de comida.

Podrán decir que estoy exagerando, pero exijo que no tomen esa postura. ¿Comprenden lo que significa ir de compras porque no hay alimento en tu casa y que, por un capricho de un hombre adulto, las compras no se realicen? ¿Comprenden lo que es que eso sucediese el 55% de las veces que íbamos de compras? Comer arroz y fideos durante una semana o más porque el imbécil de tu padre no puede con su temperamento y se va enojado sin comprar nada es evidente que va a dejar repercusiones a futuro.

8 comentarios:

Cintya Posse dijo...

El mayor trauma de tu vida, claramente...




De todas maneras me atrevo a decir que tu padre tiene unos lindos problemitas de paciencia :)

J.P. Sastre dijo...

Banco por mucho a tu padre. Los supermercados juegan con nuestro tiempo, nos torturan con la habilitación de dos cajas miserables sobre 25, una de las cuales es para embarazadas y viejas pelotudas. Hay que prender fuego todo. Tsss.

Sof dijo...

Mi padre hizo eso más de una vez cuando salíamos a comer afuera -que encima de ser algo genial, no es muy seguido-. Una vez porque los mozos demoraron AÑOS en darnos bola, otra porque nos trajeron cubiertos, papá dijo que no -era pizza- y el tipo igual nos quería encajar los cubiertos, se resistía a no darlos (wtf).... entonces ta, pum, nos íbamos, y no siempre significaba encontrar otro lugar. Chau comida rica, hola polenta.

Padres y sus problemas con esperar ¬¬

Belén dijo...

Un boludón papá, eh.

Qué noventoso que es ir a hacer la compra mensual a un híper. Conozco muy poca gente que haya sido niña/o en los '90 y no haya pasado por esa experiencia. Esas salidas eran la muerte, mientras los niños pobres jugaban en las plazas, los de clase media estábamos enclaustrados un domingo a la tarde en un recorrido interminable por góndolas, para terminar arañando un juguetito pedorro o un postrecito de chocolate.

Creo que de ahí me quedó mi trauma con los domingos y con el capitalismo.

Tom dijo...

Yo hago lo mismo, me pone como el orto tener que esperar. Yo en mi vida no espero por nada, menos en un supermercado. Me resulta terrible tener que bancarme una imbecil que se demora porque no le encuentra el precio al tomate.

Lo re banco, tiene todo mi respeto tu viejo.

gonza dijo...

Estoy con vos Sofi, claramente tu viejo es un alienado.
Esto si que es un trauma mas de verdad; si nos ponemos bien freudianos, es culpa de tus padres, siempre cupá a tus padres, por las dudas. Tus viejos te hicieron, como diria el tio Carlitos M., una gran capitalista supermercadoconsumista.
Te dejo una anecdota de mi viejo, otro gran alienado, especialmente por el tema de la "inseguridad": hace dos semanas me dijo que cada vez que use un taxi le mande un mensaje de texto con la patente del taxi, por si me secuestraban. Me cagué de risa, obviamente.

gastmun dijo...

Que feo es haber hecho toda la compra e irte sin nada!!!!!!!!, igual veo que su padre es un hombre de principios. En mi caso el trauma supermercadil es cuando iba con mi madre y me dejaba esperando en el cola de la caja porque siempre se olvidaba algo. Me ponia muy nervioso eso.

sofía dijo...

Cinty: Mi padre es un tipo muy pelotudo, pero yo lo quiero igual.

Sastre: *con una antorcha encendida* ¿Qué decías?

Sof: JAJAJAJAJAJA pero cuál es el problema de que traiga los cubiertos por el amor de dios! Déjelo al señor mozo! Estos padres de mierda que tiene uno...

Peperina: Ah yo soy una piba muy noventosa, toda mi infancia transcurrió en esos años. Qué mal.

Tom: Bueno, mi respuesta de que yo te banco con eso no es muy coherente con este post, es menester leer el otro.

Gonza: Por el amor de dios, eso de la patente de los taxis me parece una soberana pelotudez. Y sí, la culpa es obvio que siempre la tienen los padres.

Gast: ¡OOOOOOH GAST! A mí siempre me hacía lo mismo, esperaba hasta el último segundo para volver el muy infeliz, a mí me daba demasiado miedo que me digan de pagar y no tener dinero y que me lleven en cana Y AAAAGH!