lunes, 14 de noviembre de 2011

Traumas de mi infancia - II (repercusiones hoy)

Como no podía ser de otra manera, las repercusiones a futuro de este nuevo pequeño trauma eran completamente obvias.
Por un lado, cuando el hombre que tengo por padre hace su pequeño numerito de abandonamiento de chango me dan ganas de llorar. Recuerdo que una vez, en mi temprana adolescencia, la bronca me consumió y estallé en llanto y puteadas, haciendo que se deje de romper las pelotas y que pusiera el chango de mierda en la caja. Como consecuencia de todo, hoy por hoy, cuando de comprar comida se trata, soy capaz de aguantarme el peor de los martirios.
Por otro lado, he descubierto con horror que me estoy transformando en mi padre. Es más, soy una versión corregida y aumentada de él. Mi intolerancia llega a límites cada vez más insospechados y confieso, no sin vergüenza, que he dejado de pisar negocios de por vida por su mala atención al cliente; Y hasta me he peleado con empleadas de locales.
Dios no quiera dejarme llegar a los 60, confirmo en un 100% que voy a ser una vieja hinchapelotas de mierda.

6 comentarios:

Cintya Posse dijo...

Che, yo soy de hacer eso también. Me atendiste mal una vez, olvidate de mi cara, no te compro más nada!

Sof dijo...

Somos tres, I guess

J.P. Sastre dijo...

La atención al cliente es todo. Me atendés mal y no piso más el local, hasta que un puto domingo seas lo único abierto y me quiera matar. Pero si se puede evitar, se lo evita aún pagando más en otro lado.

Tom dijo...

Decime cosas lindas o no te piso mas el blog! Mira que si de intolerancia se habla... aprendo de vos.

Belén dijo...

Sastre, si la atención al cliente fuera todo, nadie tendría celular.

Jodámonos, queríamos capitalismo? AHÍ LO TENEMOS!

gastmun dijo...

Va a ser de las que no devuelve la pelota cuando cae en su casa