martes, 8 de noviembre de 2011

Traumas de mi infancia - I

Como breve introducción de esta primer entrega de "Traumas de mi infancia", les comento que esta miniserie se va a componer de varios capítulos que recorren en forma más o menos cronológica mi vida hasta llegar al día de hoy. Porque, claro, es obvio que sigo siendo un infante. Los invito a reír conmigo y de mí.



¿Qué situación traumática suele ser la primera a experimentar por los pequeños infantes? Supongo que, en líneas generales, la navidad es una de nuestras grandes primeras desilusiones cuando niños. Darse cuenta de que todo es una farsa y de que nuestros momentos más felices fueron un vil engaño por parte de la comunidad adulta es algo que nos marca a todos.
Formas de enterarse la verdad hay muchas; Reacciones ante esa situación, hay tres: Están los que aceptan el cruel destino y llevan la frente en alto, los que hacen la vista gorda frente a esta revelación y eligen creer durante un tiempo más, y están las personas como yo, a las que esa información les supera la capacidad mental de entender que algo no existe.

La noche del 24 de Diciembre del 96, mi cuarta navidad en este mundo. Junto a mis dos primos, de cuatro y tres años respectivamente, esperábamos con ansias la llegada de Papá Noel. Iba a ser la primera vez que lo viésemos, por lo que no cabíamos en nosotros de la emoción. Imagínense lo que debe ser para un infante encontrarse con su ídolo máximo, quien regala juguetes a mansalva por el sólo hecho de hacernos felices a nosotros. Además, según mis padres me habían contado, Papá Noel era muy cuidadoso y no se dejaba ver mientras trabajaba; Había que ser muy astuto para topárselo mientras dejaba los regalos debajo del árbol de cada casa. ¡Y nosotros esa noche íbamos a descubrirlo!
En el fondo de la casa, mi abuelo se cambiaba e intentaba enfundarse en ese traje rojo de tafeta pedorra que mi abuela había hecho para la ocasión y que le quedaba un poco chico. Después de renegar un poco y de transpirar mucho, el traje cedió. Barba blanca, gorro con pompón, cinturón negro, saco rojo lleno de de juguetes. Ya estaba listo. Las bicicletas las iba a llevar en la mano porque en la bolsa roja no entraban.
Mientras tanto, los últimos fuegos artificiales brillaban en el cielo y a nosotros nos condujeron al living, donde estaba la puerta principal de la casa. Nervios, la tensión se cortaba con un cuchillo. ¡Papá Noel llega en cualquier momento! nos decían. Nosotros, parados como soldaditos, esperábamos.
Se escuchan ruidos. Mi abuelo, bicicletas en mano, se choca sin querer con la reja. Caras de asombro, ¡estaba llegando! De repente, el picaporte gira, cede, y la puerta se abre. Y ahí estaba Papá Noel, en su traje rojo, con una bicicleta en cada mano y un saco rojo lleno de juguetes colgando del hombro.
La ceremonia de la entrega de regalos se llevó a cabo como cualquiera, una bicileta para mí, otra para mi primo más grande, muchas cajas con papel de regalo para romper tanto para mi primo pequeño como para nosotros. Y acá es cuando todo sucedió.
Mi abuelo, creyendo que estaba siendo una persona deshonesta, se sacó el sombrero y la barba. Mi abuelo reveló su identidad creyendo que nos estaba mintiendo y de esa manera creó mi primer trauma: A partir de ese entonces, yo empecé a decirle a cuanto ser estuviera vivo en la tierra -con orgullo absoluto- que Papá Noel era mi abuelo.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

excelente excelente blog,enserio, fue genial encontrarte. te dejo el mio www.postsdeunreinoalien.blogspot.com asi nos seguimos. besos

J.P. Sastre dijo...

Decile a tu Abuelo que en el `87, yo quería un puto escaletrix o como mierda se escriba y no la poronga de útiles escolares para primer grado que me trajo.

Nati Alabel dijo...

Le decís a tu abue de mi parte que este año me traiga unos zapatos? Gracias!

Cintya Posse dijo...

Decile a tu abue,que quiero un lente Nikkor 50mm f:1.4 please, que acá no lo venden y en USA sale maso U$S 1.600 y creo que no llego, me faltan monedas (U$S 1.600 monedas más o menos...)

Sof dijo...

Le decís a tu abuelo que me parece que las cartitas se le perdieron en el correo?

A mí me lo contó una compañerita de clase de la escuela, a la cual odiaba. Tremendo, no le creí y fui re confiada a preguntarle a mi mamá. Llanto.

Belén dijo...

Honestidad brutal la de tu abuelo.

Decile de mi parte que todo bien con dejarme regalos en lo de mis viejos, mis abuelos y mis tíos, pero que no sea distraído y me los deje repetidos...

gonza dijo...

Me solidarizo con el amigo JP Sastre, pobre, se nota que es viejo eh! el 87 mamita...
Si hice bien las cuentas, yo tambien soy del 92, y tipo que para el 97 o 98 creo que ya me di cuenta que papa noel no existia, pero no fue traumatico para nada. Saludos!
PD: Ah, muy bueno el blog che

sofía dijo...

Jackie: ¡Muchas gracias!

Sastre: JAJAJAJAJA ¡Se ve que en tu casa eran muy pragmáticos! Yo tengo uno gigante en el sótano de mi casa, cuando quieras podés venir a usarlo.

Natalia: Uf, al final uno no puede develar un secreo que ya le aparecen todos mangueando loco! Ahora ya entiendo a los médicos.

Cinty: Wow, 1600? Puta madre qué caro. Menos mal que tengo placeres más baratos, como sacarme los mocos y tener lapiceras de colores.

Sof: ¡El tema de las cartas es para otro post! Me hiciste acordar, qué historia la de mis cartitas. Menos mal que a mí no me lo contó nadie, si no los hubiera cagado a trompadas a todos con la negación que tenía, era obvio.

Peperina: Si, realmente un animal, cero tacto. ¡Qué paja lo de los regalos repetidos! ¿No hay chance de cambiarlo?

Gonza: JAJAJAAJAJAJAJJA por dios cómo me hiciste reír. ¡Pobre Sastre! Le diste con un caño. Tiene 28 pero es menos viejo y choto de lo que vos creés jajaja.